30 Enero 2012
Cuando sopla el viento
LEA: Romanos 8:26-30
Bendito sea el […] Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones… —2 Corintios 1:3-4
Biblia en un año:
Levítico 8–10
Levítico 8–10
Haroldo, Catalina y sus dos hijos estaban en una zona boscosa de Minnesota cuando un tornado tocó tierra. Varios años después, ella me contó su experiencia:
«Mi esposo y mi hijo mayor se habían alejado un poco, pero el menor y yo nos refugiamos en una cabaña. Oímos un ruido semejante al de cien vagones de tren que se acercaban e, instintivamente, no tiramos al suelo doblados como un bollo. La cabaña empezó a derrumbarse y cerré los ojos para protegerlos de los escombros que volaban. Sentí como si hubiese estado subiendo en un ascensor y, después, que me disparaban hacia el cielo. Aterricé en un lago y me colgué de unos desechos para mantenerme a flote».
No obstante, su hijo menor lamentablemente no sobrevivió. Haroldo declaró en cuanto a su pérdida: «Lloramos todos los días durante seis semanas, pero estamos convencidos de que la bondadosa soberanía de Dios permitió que ese tornado tocara tierra donde estábamos. Además, nos consuela saber que nuestro hijo conocía al Señor como Salvador».
Cuando un ser querido muere y nosotros quedamos, es posible que surja toda clase de interrogantes. En momentos así, Romanos 8:28 puede brindar muchísimo ánimo: «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados». La confianza de esta pareja en la bondadosa soberanía de Dios los consoló en medio de su dolor (2 Corintios 1:3-4).
Nuestro mayor consuelo en la angustia es saber que Dios tiene el control.
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