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Wednesday, March 21, 2012

Vigorosos y verdes

24 Febrero 2012

Vigorosos y verdes

David H. Roper
LEA: Salmo 92
… Estarán vigorosos y verdes. —Salmo 92:14
Biblia en un año:
Deuteronomio 26–28
En el Salmo 92, el poeta comienza con un elogio a la alabanza: «Bueno es alabarte, oh Señor». ¿Bueno para qué? Bueno para ti y para mí. A nuestra alma le hace inmensamente bien alejarse de la ansiedad mental y llenar las jornadas con alabanza expresada en oración; recibir cada mañana elevando cánticos de gratitud, porque nos colma de alegría. Nos saca de la angustia y reemplaza nuestra tristeza con cánticos de gozo ante «las obras de [sus] manos» (v. 4). ¿Y cuál es esa obra? ¡La que el Señor está haciendo en nosotros!
Esta es una de mis metáforas más preciadas: «El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano. Plantados en la casa del Señor, en los atrios de nuestro Dios florecerán. Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes» (vv. 12-14).
Las palmeras son símbolos de una imponente belleza y los cedros de una fortaleza inquebrantable. Estas son las características de aquellos que han sido «plantados en la casa del Señor» (v. 13). Sus raíces se extienden hasta la profundidad del amor inagotable de Dios.
¿Te parece que tu utilidad para el Señor ha terminado? Permanece en la Palabra de Dios, arraigado y fundamentado en Cristo, y bebiendo de su amor y fidelidad. Entonces, al margen de la edad que tengas, darás fruto, y estarás vigoroso y verde.

La alabanza surge naturalmente cuando cuentas las bendiciones que tienes.

Se necesita ayuda

23 Febrero 2012

Se necesita ayuda

Bill Crowder
LEA: Hebreos 4:9-16
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. —Hebreos 4:16
Biblia en un año:
Deuteronomio 23–25
Durante la Segunda Guerra Mundial, las islas británicas representaban la última línea de resistencia contra el avance de la opresión nazi en Europa. No obstante, bajo un incesante ataque y en peligro de caer, Gran Bretaña carecía de los recursos para triunfar en el conflicto. Por esa razón, el Primer Ministro británico Winston Churchill habló por la emisora de radio BBC y apeló al mundo, diciendo: «Dennos las herramientas y nosotros concluiremos la tarea». Sabía que sin la ayuda del exterior, no podrían soportar el ataque que estaban enfrentando.
La vida es así. Con frecuencia, no estamos preparados para enfrentar las dificultades que la vida nos presenta y necesitamos una ayuda que está fuera de nosotros. Como miembros del cuerpo de Cristo, esa ayuda puede, a veces, llegar de nuestros hermanos creyentes (Romanos 12:10-13) y esto es maravilloso. Sin embargo, en definitiva, buscamos ayuda de nuestro Padre celestial. La buena y gran noticia es que nuestro Dios nos ha invitado a acercarnos a su presencia con confianza: «Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Hebreos 4:16).
En tales ocasiones, nuestro mayor recurso es la oración, porque nos coloca en la misma presencia del Señor. Allí, en su gracia y misericordia, encontramos la ayuda necesaria.

Que la oración no sea tu último recurso en tiempos de necesidad, sino el primero.

Un muchacho común y corriente

22 Febrero 2012

Un muchacho común y corriente

Anne Cetas
LEA: Juan 10:31-42
… Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste, era verdad. —Juan 10:41
Biblia en un año:
Deuteronomio 20–22
Esteban era solo un muchacho común y corriente. Servía silenciosamente en una iglesia a la que yo asistía hace años. Ayudaba a preparar los elementos para la Cena del Señor, barría la nieve de las aceras de la iglesia en el invierno y cortaba el césped en el verano. Pasaba tiempo con los varones adolescentes que vivían solo son sus madres. Solía escucharlo cuando le contaba a la gente de la iglesia lo bueno que el Señor era con él. Durante la reunión de oración, no hablaba mucho de sí mismo, sino que nos pedía que oráramos por aquellos a quienes les hablaba del amor y del perdón de Jesús.
Un versículo de Juan 10, que habla de Juan el Bautista, me hace pensar en Esteban. La gente decía de él: «Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de [Jesús], era verdad» (v. 41). Juan no hizo milagros como Jesús. No habló de sí mismo, sino que vino «para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él» (1:7). Dijo acerca del Señor: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (1:29). Mi amigo Esteban también daba testimonio de esa Luz.
Nuestra meta, como seguidores de Cristo, es hacer lo mismo: dar «testimonio de la luz». Somos simplemente personas comunes y corrientes que servimos a Dios en nuestro pequeño rincón del mundo. Con nuestras acciones y palabras, ¡indiquémosles a otros el camino hacia la Luz!

Los creyentes son personas comunes consagradas a una Persona fuera de lo común: Cristo.